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domingo, 27 de febrero de 2011

EL PRIMER REFUERZO A LA SIERRA MAESTRA

EL PRIMER REFUERZO


El trabajo de dirección mancomunado de Frank País, Celia Sánchez y Vilma Espín para enviar con urgencia el primer grupo armado hacia la Sierra Maestra

Entre el 16 y el 19 de febrero de 1957, el Comandante en Jefe Fidel Castro sostuvo su primer contacto en la finca de Epifanio Díaz, con los principales dirigentes del llano: Frank País, Celia Sánchez, Armando Hart, Faustino Pérez, Haydée Santamaría y Vilma Espín.

Fidel exhortó allí a apresurar los preparativos del envío del refuerzo armado que se sumaría a la guerrilla base. La mayoría de estos hombres serían reclutados bajo las órdenes de Frank País, en Santiago de Cuba; y a Celia Sánchez le correspondía alistar a otro grupo en Manzanillo y sus alrededores.



En este encuentro, el máximo líder de la Revolución dejó bien claro que en adelante el movimiento en el llano estaría encaminado a apoyar la lucha guerrillera en la montaña. Orientó otras tareas relacionadas con la propaganda y las finanzas del Movimiento.



Se interesó, además, por la situación de los militantes clandestinos, las misiones que desempeñaban en las ciudades, y la forma y los métodos utilizados para materializar las tareas y evadir la persecución de los esbirros de la tiranía. Elogió, por otra parte, el alto grado de participación de la mujer en la lucha.



En la noche del 19 de febrero, ya en el llano, se produjo la primera reunión para dar cumplimiento a la tarea encomendada por Fidel. Frank País explicó allí, detalladamente, la necesidad de enviar cuanto antes a la Sierra Maestra un refuerzo de más de 50 hombres armados, los cuales serían escogidos entre los participantes de las acciones del 30 de Noviembre en Santiago de Cuba en apoyo al desembarco del Granma, y otros militantes probados en acciones anteriores, de buen estado físico y disposición para pernoctar y resistir la vida dura de la montaña.



Se reafirmó, asimismo, que Frank, Vilma y otros compañeros se encargarían de seleccionar los hombres en las distintas células del Movimiento en Santiago de Cuba, mientras en la zona de Manzanillo el trabajo sería dirigido por Celia y los principales cuadros del movimiento 26 de Julio en la región. Frank orientó que cuando los compañeros llegaran a Manzanillo los concentraran en la arrocera del señor Hubert Matos y de allí los ingresaran paulatinamente a la Sierra Maestra.



Pero, dos o tres días antes de que comenzaran a llegar los compañeros, Hubert Matos fue a ver a Felipe Guerra Matos y le planteó la imposibilidad de recibir a los hombres que venían de Santiago enviados por Frank País, toda vez que se le había enfermado su hijo y tenía que salir inmediatamente para La Habana.



—Explícaselo a Celia, pues no tengo tiempo ni para hablar con ella, le dijo a Guerra Matos, con la mayor naturalidad del mundo.



—"Yo me desconcerté, cuenta Guerra Matos, pues ya lo teníamos todo preparado en ese lugar. De todas formas di la espalda y me fui.



"Rápidamente informé a nuestra jefa, Celia Sánchez, de la inesperada situación y ella me ordenó partir de inmediato hacia Santiago de Cuba e informárselo a Frank. Esa misma tarde del 23 de febrero de 1957 salí para la capital de la provincia de Oriente y me reuní, en horas de la noche, con Frank en la casa de Duque Estrada.



"Allí se tomó el acuerdo de buscar varias casas en Manzanillo donde se pudieran concentrar los compañeros. Le adelanté a Frank que Celia tenía controlada en la ciudad algunas viviendas disponibles, pero me parecía que no eran suficientes para alojar a un grupo tan numeroso." Mientras Guerra Matos informaba a Frank todo lo ocurrido, a Celia, en Manzanillo, se le iluminó el rostro cuando le vino a la mente el marabuzal de la finca La Rosalía, que administraba René Llópiz, el hermano de Héctor, su gran amigo.



EL MARABUZAL



El marabuzal se erguía majestuoso dentro de la finca La Rosalía. De un embrionario aromal de finos tallos espinosos, se había transformado con el paso de las lluvias y los años en un portentoso bosque de gruesos troncos que se alzaban arrogantes, a más de tres metros de altura, sobre la tierra manzanillera. Ubicado a solo 10 kilómetros de Manzanillo, a la orilla de la carretera que conduce a Yara, el monte se enseñoreaba a menos de 1 500 metros de la cárcel del pueblo, por lo que le sería muy difícil imaginar al más perspicaz de los guardias amarillos o azules, que allí acamparía por más de 15 días una fuerza rebelde.



Fue una idea ingeniosa de Celia Sánchez con la complicidad de los hermanos Llópiz y la aceptación de Guerra Matos.



Agita’o, el capitán Sotús, va a ser el jefe del grupo que tú conoces, ordenaba Frank País desde un pequeño papel que Guerra Matos tomó en sus manos con suma alegría. Llegaban así, el 24 de febrero de 1957, los primeros dos hombres del esperado refuerzo.





"Con Sotús venía Vazquecito. Los alojé en mi casa y por la tarde salí en el pisicorre con ellos a dar una vuelta por la ciudad de Manzanillo. Me vieron los agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y le preguntaron a Rafael Sierra sobre la identidad de las dos personas que andaban conmigo. Sierra era el jefe del movimiento clandestino en Manzanillo y con su proverbial inteligencia les dijo que eran amigos míos, muy allegados, y los despistó."



Alberto Vázquez García, Vazquecito:





"La mayoría de este refuerzo que organizó Frank, habíamos tomado parte en el levantamiento del 30 de Noviembre en Santiago de Cuba. Tuve el honor, junto al jefe de grupo Jorge Sotús, de estar entre los primeros dos que mandaran para Manzanillo a integrar el primer gran refuerzo hacia la Sierra Maestra.



"Salimos en horas tempranas de Santiago de Cuba. Yo manejé el carro marca Chevrolet 55, que era de los Mazoa. En el asiento trasero venían Sotús y América, la novia de Frank.



"En todo el camino no afrontamos ningún problema, y al llegar a Manzanillo fuimos directamente hacia una vivienda, que después supimos que era la casa de Guerra Matos. Por la tarde salimos a hacer un recorrido por la ciudad y al poco rato le informaron a Guerrita que dos agentes del SIM andaban sobre nuestra pista. Felipe no perdió tiempo y esa misma noche nos trasladó hasta la finca La Rosalía."



"Estos son los primeros dos compañeros", informó escuetamente Guerrita a Celia. Ya Celia y Llópiz habían desandado una vasta área de aproximadamente 400 metros cuadrados debajo del abrigo espinoso. Por ello no les fue difícil guiar a los hombres al refugio escogido, a pesar de la oscuridad reinante de una noche con ánimos de lluvia.



Antes de que el sol abriera los ojos tras las pestañas del lomerío, arribó a Manzanillo un segundo grupo procedente de Las Tunas integrado por Alfonso Zayas, Raúl Castro Mercader, Orlando Pupo Peña, Guillermo Domínguez y otros combatientes del llano.



Alfonso Zayas:



"Al día siguiente, Guerrita nos recogió en la casa de Arango. Recuerdo que se paró en el umbral de la puerta y nos dijo:



‘Se jodió el contacto, tenemos que irnos para Santiago de Cuba’. Le susurré: ¿Guerrita, qué está pasando?, y él me contestó también muy bajito: ‘Cállate, que esto es una estratagema para despistar. Ahora vamos para el lugar donde tenemos que ir’.



"Y a los pocos minutos nos llevó a los 4 compañeros de Puerto Padre para el marabuzal." Los combatientes que arribaban a Manzanillo lo hacían desde distintos puntos del territorio oriental, pero todos venían a parar a la vivienda de Guerra Matos. Eloy Rodríguez Téllez describe su trayectoria:



"Yo tenía mi gallo en la mano listo para entrar en el ruedo de la valla, cuando un compañero me tocó por el hombro y me interrogó":



—¿Estás dispuesto a irte para la loma? "Sí, conmigo pueden contar."



—No se trata de contar, es para que salgas ahora mismo. "A los pocos minutos ya iba rumbo a Santiago de Cuba sin despedirme de mi familia. Frank me recibió y me planteó la determinación de que me alzara.



"Me coloqué con otro compañero en el asiento trasero de un auto. Delante iban dos mujeres también desconocidas para mí. Salimos hacia el Alto de Quintero y tomamos la Carretera Central. Al llegar a la posta situada en el entronque de El Cobre, uno de los centinelas le pidió la identificación a la muchacha que iba al timón. Ella, después que el guardia revisó el carro, le mostró un bolso que tenía en el asiento y en tono burlón le preguntó: ‘¿Y esto no me lo va a registrar?’.



"Durante el viaje, por la conversación entre ellas me enteré que quien iba manejando era Vilma Espín y la otra compañera, Asela de los Santos. Me causaron muy buena impresión, sobre todo cuando supe que Vilma dentro del bolso llevaba una pistola. Ya estaba cerca de Manzanillo y todavía no sabía a cuál sitio exacto nos llevaban ni cuándo llegaríamos. El aturdimiento, la disciplina de la compartimentación, y mi carácter poco comunicativo determinaron que hasta hoy no sepa quién fue el compañero que viajó conmigo aquella noche.



"A las seis y 30 de la tarde llegamos a Manzanillo. Dejamos la calle principal, doblamos a la derecha y nos estacionamos frente a una casa. Vilma dijo: ‘¡Ya llegamos!’ Me sorprendí, pensé que iba a un monte, a una montaña donde me encontraría con Fidel, pero no era así; había llegado a una casa de familia donde se celebraba un cumpleaños. Entré a la sala aún medio aturdido. Nos brindaron una merienda que me vino muy bien, porque no había almorzado ni comido. Al poco rato de estar allí, Vilma y Asela nos desearon buena suerte y se marcharon."



Frank País llevó las armas en uncamión de naranjas En todos estos días, Guerra Matos tuvo la responsabilidad de recibir en su casa a los más de 50 hombres que formarían el gran grupo de refuerzo. Para evitar sospechas convirtió su morada en una inacabable fiesta de cumpleaños, donde los niños, ajenos al propósito que abrigaba tal encubrimiento, se deleitaban de lo lindo engullendo dulces y refrescos.



"Llegaban a la casa y cuando me percataba de que había mucha gente dentro, salía para la tienda, compraba un cake y refrescos, y le celebraba un cumpleaños a Pupi, mi hijo de 5 años, quien nació un 29 de febrero, año bisiesto, y eso me permitía festejarle su onomástico hasta cuatro veces a la semana. Otros como Raúl Barreras y Alberto Martínez (Quico) tuvieron que acudir a los ómnibus interprovinciales:



"Al mediodía cuando salí del trabajo me alertaron: Barreras, no entres a tu casa que la policía te está esperando para meterte preso. Mi tío me llevó hasta Matanzas, donde estuve más de dos semanas escondido. En los primeros días de marzo regresé a Santiago de Cuba. Me dijeron: Barreras, se está preparando un grupo para la Sierra Maestra. Me llevaron para casa de Vilma.



"Allí me informaron que todos los carros estaban ocupados, por lo que tenía que ir hasta Manzanillo en guagua de la calle. En el mercado Vidal me compré un par de botas rústicas. Quico vino en la guagua conmigo. Llegamos a Manzanillo como a las 8 de la noche. Nos estaban esperando.



"A las 7 de la mañana me buscó Felipe Guerra Matos y nos llevó para el marabuzal. Nos dieron el uniforme y comenzamos la vida del campamento. Las instrucciones eran muy precisas: No hablar, no moverte; todo a través de señas. Fui de los últimos en llegar, me dieron un fusil calibre 22 y cuando se fue Taras Dimitro hacia Santiago de Cuba por razón de la detención de Frank País, me entregaron el Remington que él tenía."



Guerra Matos también tuvo que trasladar hacia el marabuzal a tres jóvenes norteamericanos que se habían fugado de la Base Naval de Caimanera, en Guantánamo, para unirse a la guerrilla de Fidel.



"Se nombraban Charles Ryan, Víctor Buehlman y Michael Garvey, quienes después de escaparse de la base hicieron contacto con la dirección del Movimiento 26 de julio en Guantánamo y estos los incorporaron al grupo de combatientes de esa ciudad que se sumaron al refuerzo.



"La prensa los había dado como desaparecidos desde febrero 17. Eso fue una jugada del Movimiento 26 de Julio encabezado por Frank para romper la censura, pues se trataba de hijos de funcionarios norteamericanos.



"Aproximadamente el 3 de marzo llegaron a Manzanillo. Tenía la encomienda de Frank de que tratara por todos los medios de hacerles la vida lo mejor posible, de tratar de no mandarlos para el marabuzal. A tal efecto hablé con Lorie Valls que era con el que yo trabajaba. En esa casa había estado Frank cuando la entrevista de Matthews y allí los alojé.



"Los americanitos, como muchachos al fin (tenían entre 15 y 17 años), salían para la calle e iban hasta el parque. Allí hicieron amistad con varios jóvenes del pueblo. Pero, el 9 de marzo de 1957, en la primera plana del Diario de la Marina, salieron las fotos de ellos y un escrito en el que los daban como desaparecidos.



"Cuando vi las fotografías y leí el texto me dije: ¡Madre mía en qué rollo nos hemos metido!, y salí hecho un bólido para el parque. Les mostré el periódico y en mi escaso inglés y un poco por señas les indiqué: ¡Arriba que ahora mismo nos vamos para el campamento!



"No había pasado ni media hora y ya estaban en el marabuzal. Los muchachitos se adaptaron rápidamente a la vida y a la disciplina que regía en el campamento. Se ajustaron a la dieta rigurosa de una sola comida al día y a todo el reglamento.



"Yo les puse ‘los gringuitos’ y eran excelentes muchachos. Se le dio un buen manejo político a la presencia de ellos con nosotros. Fidel se lo informó al periodista Bot Taber y este le dio una gran popularidad. Resultó una manera muy eficaz de romper la censura.



"Un buen día se apareció Frank País en Manzanillo vestido de camionero, venía en un supuesto camión cargado de naranjas, las cuales cubrían los fusiles que los compañeros del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba habían recolectado para armar a los hombres que integrarían el grupo de refuerzo.



"El camión era manejado por Juan José Otero, dueño del vehículo, y también los acompañaba Bebo Hidalgo, quien trabajaba directamente a las órdenes de Frank.



"Cuando pararon frente a mi casa salí y pregunté: ¡Qué!, ¿venden las naranjas? Sorprendido Otero, quien no me conocía, ripostó: No, no, ya tengo un medio trato para vender la libra en ocho reales. Te las pago a peso si me las bajas aquí mismo, le dije, y al tipo por poco le da una sirimba.



"Frank se encabronó conmigo y me dijo: Coño Agita’o, tú siempre jodiendo. ¿Cómo vas a hacer bromas con cosas tan serias?



Yo sabía que debajo de las naranjas traían las armas. Me monté con ellos y fuimos hasta el molino de arroz. Allí nos encerramos en uno de los almacenes que yo administraba, y descargamos los fusiles.



"Las armas las dejamos allí en el almacén, y por la noche cogí otro camión del molino arrocero y junto con Frank volvimos a situarlas debajo de la paja de arroz. Para despistar aún más, las naranjas, envasadas en sacos, fueron vendidas en el centro del pueblo a la vista de todos los transeúntes. Uno de los designados para efectuar esta maniobra encubridora fue Antonio Béguez López:



"Haydée Santamaría y Vilma Espín me llevaron en una máquina a Manzanillo y cuando llegamos allá Vilma se puso a hablar con Guerrita y me lo presentó.



"Muchos años después supe que Vilma le dijo a Felipe que no me mandara para el campamento desde el primer día y me dejara un tiempo en su casa, porque tenían interés de que no me pasara nada. Yo era hijo del doctor Béguez, uno de los mejores pediatras de Santiago de Cuba, y mi papá había colaborado mucho con el Movimiento 26 de Julio".



Celia preparó todos los detalles



Evoca Guerra Matos que en la medida en que los hombres se ubicaban en la finca La Rosalía, la infatigable luchadora clandestina Celia Sánchez los vacunaba contra el tétanos y el tifus, a la vez que les suministraba otros tipos de medicinas que necesitaran los combatientes. Los equipaba, además, de uniforme, mochila, y botas de campaña. También imponía una férrea disciplina y los preparaba psicológicamente para los sacrificios y carencias que debían enfrentar en la montaña.



Eloy Rodríguez Téllez:



"De forma directa, pero suave, Celia nos explicó la necesidad de ponernos aquellas vacunas, porque en la Sierra Maestra no había médicos ni medicinas y debíamos estar inmunizados... por si acaso. Reveló que hacía solo unos días ella había estado con los rebeldes y la vida en la montaña era muy dura.



"Enfatizó que aquellos expedicionarios carecían de todo, muchos nunca se habían cambiado de ropa y menos aún bañado, a pesar de llevar alzados más de dos meses. Tenían una vida nómada y comían solamente cuando encontraban algún alimento y el tiempo se los permitía. ‘Deben estar preparados para lo peor,’ recalcó.



Preparar aquellos hombres para la supervivencia en el monte resultó una tarea harto difícil para Celia, Guerrita y demás responsables, sobre todo porque se trataba de un grupo de jóvenes acostumbrados a la vida de la ciudad, algunos provenientes de la clase media y otros con una situación de vida relativamente holgada.



El propio Eloy lo revela:



"Cuando llegó una carreta con el almuerzo, nos mandaron a formar y nos entregaron un plato de campaña y una cuchara a cada uno. Me sirvieron y pensé que se habían equivocado, pues lo que me echaron apenas se veía. Miré a los demás y comprobé que recibían lo mismo, cuatro o cinco cucharadas de arroz, dos de picadillo y dos pedazos de yuca.



"Fui a quejarme a Nano (Emiliano Díaz Fontaine), mi jefe de escuadra, y me respondió: —"Eso es lo que te toca. A mí me pasó igual cuando llegué y me dijeron que debemos comer poco para acostumbrarnos a la vida en la Sierra, porque allí solo se come cuando se puede."



Luis Argelio Pantoja recuerda a Celia preparando los botiquines, preocupándose por la distribución de los alimentos, en el reparto de los uniformes. Era una especie de hada madrina que estaba atenta a todos los detalles.



Guerrita rememora que algunos compañeros preferían o aceptaban dormir en el suelo ya que resultaba extremadamente complejo colgar las hamacas dadas la estrechez del recinto boscoso y las ásperas espinas que brotaban de los troncos del marabú.



"Además de la táctica preparatoria para la resistencia, nos era sumamente difícil y peligroso trasegar alimentos y agua potable en pleno día por la cercanía del campamento con la cárcel. Se les prohibía, asimismo, fumar y hablar en voz alta, mientras el agua y los alimentos los entregábamos de manera racionada. No obstante, el personal mantenía un envidiable estado anímico y un deseo abierto de unirse lo más pronto posible a la guerrilla de Fidel.



"La columna de cerca de 50 hombres, dirigida por Jorge Sotús, fue organizada en cinco escuadras al mando de los tenientes René Ramos Latour, Emiliano Díaz Fontaine, (Nano), Enrique Ermus González, Pedro Sotto Alba y Guillermo Domínguez López.



"A partir de ese momento comenzaron a realizarse las guardias del campamento. Situamos cuatro postas en los flancos del monte. También se inició la preparación militar, que incluía instrucción sobre las distintas posiciones y el manejo del armamento con el que se contaba, el cual mejoró ostensiblemente luego del cargamento traído por Frank."



Alfonso Zayas:



"Dormíamos en el piso pues no se podía armar hamaca. Frank País nos trajo los dos fusiles Springfield que habíamos cogido en el asalto al Polvorín allá en Puerto Padre. A nosotros nos habían trasladado desarmados para Santiago. Esos fusiles los utilizamos también para hacer las guardias. Yo me acostaba al lado del que hacía posta. Hice un camastro allí. Me dije: ¡Si hay cualquier cosa que vengan los guardias cojo mi fusil y me lanzo al combate!"



Hacia la Sierra Maestra Miguel Ángel Manals:



"Yo llegué el 3 de marzo al marabuzal y allí estuve 12 días. Dormíamos en el suelo. Había mucho polvo de tanto caminar y luego empezaba a llover. Nosotros no nos movíamos de una escuadra a otra, porque ese movimiento no correspondía. Nos mojábamos, después el calor sofocante. El marabú es un árbol muy agresivo. Cuando nos mojábamos la ropa se nos secaba en el cuerpo, porque los rayos del sol no penetraban allá adentro por la boscosidad que tenía aquel lugar.



"Hacíamos guardia, nos entrenamos en arme y desarme, nos arrastrábamos, hacíamos cuclillas. Yo conocía un poco de boxeo." El grupo de hombres acampados en el marabuzal ascendió a 52 combatientes luego de la incorporación progresiva de compañeros que provenían de varias zonas de Oriente y otros, como Pedrín Sotto Alba, expedicionario del Granma, dispersado al desembarcar tras ser sorprendidos los rebeldes por la fuerza batistiana en Alegría de Pío, y Gerardo Yayo Reyes, quien perdió también el núcleo de la guerrilla en la emboscada de Alto de Espinosa.



La tropa ya disponía del siguiente armamento: una ametralladora Madzen, calibre 30 y una Johnson calibre 30,06; dos fusiles de mirilla telescópica 30,06; cinco fusiles Remington calibre 30,06; seis fusiles Mendoza de igual calibre; dos fusiles calibre 270; cuatro fusiles Springfield 30,06; cuatro Winchester calibre 44, cuatro fusiles calibre 22, seis escopetas calibre 1, cuatro pistolas y cuatro revólveres de distintos calibres.



Se habían hecho gestiones para enviar el grupo de refuerzo en los primeros días de marzo, pero noticias confidenciales aseguraban que el ejército enemigo poseía informes someros de la existencia de una fuerza acantonada en un lugar desconocido con intenciones de subir a la Sierra Maestra. De ahí que tomaran medidas de vigilancia y optaran por custodiar las distintas vías de posible acceso al lomerío.



Tras la detención de Frank País, algunos pensaron que debían abandonar inmediatamente el lugar, mas Celia Sánchez opinó lo contrario, ya que no era el momento oportuno para realizar el trasiego de personas ante tanta vigilia, y confiaba además enteramente de que a Frank País, aunque fuera vilmente torturado, no le sacarían una sola palabra.



Cuando los soldados retornaron a los cuarteles y cesó relativamente el acoso, se decidió la fecha de partida: 15 de marzo, en horas de la noche. Ese día se sumaron al campamento, para despedir a los futuros rebeldes, Armando Hart y Haydée Santamaría, dos valerosos combatientes de la clandestinidad.



El traslado de los hombres fue encomendado a Guerra Matos: "Hicimos exploraciones para encontrar la vía más expedita de subir a la Sierra. Las realicé con Pedrito Álvarez, cuñado de Celia y dueño de la arrocera. Al final nos decidimos por un camino que entroncaba con un canal muy profundo. Después tomamos la decisión de cuándo, cómo y a qué hora íbamos a salir.



"Salimos del Marabuzal alrededor de las 10 de la noche en dos vehículos hasta un lugar señalado, donde nos esperaba Hubert Matos con dos camiones de su propiedad, los cuales poseían mayor capacidad y fuerza para el transporte de los hombres y el armamento.



"Hicimos el trasbordo aproximadamente una hora después y Hubert dispuso conducir él un camión y yo el otro. El aguacero no quería amainar y la situación se tornaba cada vez más compleja, pues los hombres estaban totalmente entripados de agua y fango. No obstante las inclemencias del tiempo, ningún combatiente daba una muestra de desánimo, por el contrario, entre palabrotas y ocurrencias nos instaban a continuar la ruta."



Eloy Rodríguez Téllez: "Bajamos del camión con mucho trabajo, evitando perder algo o golpear a los compañeros. Ya en tierra vimos una zanja gigantesca que atravesaba una arrocera por la cual debíamos cruzar. Lo más difícil era hacerlo sin dañar el armamento ni las propiedades, para lo cual Nano, Jiménez y Furry (Abelardo Colomé Ibarra) formaron una cadena y a través de ella pasaron la ametralladora y los depósitos que yo les entregaba.



"Del otro lado nos esperaban dos camiones. Reiniciamos la marcha, ahora más veloz y con nosotros más mojados; pasamos por el batey de La Mocha y El Jagüey hasta el cruce de La Larga donde nos desviamos dejando a un lado el terraplén que conducía a Yara."



Guerra Matos:



"Cuando entramos en el área de la arrocera arreció el aguacero y llegando a la propiedad de Mario León, cerca de Cayo Espino, los camiones se atascaron.



"Ahí comenzó la odisea. Los combatientes tuvieron que volver a bajarse a empujar los camiones. No obstante, tomé la decisión de atravesar la estancia de Mario León fuera como fuera. Siempre mantuve la intención de desviarnos y no pasar cerca de donde estaba el batey de la arrocera."



"Al final los camiones no pudieron continuar y dejamos los compañeros en la finca de Luis Lao para seguir rumbo a la Sierra Maestra. Hubert Matos y yo regresamos a pie y fuimos sorprendidos por la guardia rural.



"Cuando nos dieron el alto Hubert tiró disimuladamente el revólver en una zanja. ¿Qué hacen aquí?, nos preguntaron. Rápidamente les contesté: ‘Tenemos los camiones atascados y venimos a ver a Juancito Bello, mayoral de esta finca, para que nos preste un tractor de la arrocera para sacarlos del atolladero’, le dijimos a los soldados.



"Los guardias nos creyeron y nos permitieron continuar. Yo propuse a Hubert buscar dos tractores y sacar los camiones del fangal para continuar transportando la gente, pero me planteó que él no seguía allí y que se iba echando para Yara. ‘¡Esto está muy difícil y nos van a descubrir y a matar!’ También yo estaba muy agotado pues hacía prácticamente dos días que no dormía. De todas formas continuamos la marcha hasta que nos sorprendió el amanecer entrando a la zona de Cerro Abajo, en Jibacoa.



"Paramos un camión y le dijimos al chofer que teníamos un familiar enfermo y nos hacía falta que nos trasladara hasta Yara. Le pagué 5 pesos y nos dejó en Yara. Después alquilé una máquina en Yara y como a las 11 de la mañana llegué a Manzanillo. Fui a una casa donde estaban Celia, Haydée y Armando Hart. Les expliqué con lujo de detalles todo lo que había sucedido y que los hombres habían continuado a pie, rumbo a la finca de Epifanio Díaz.



"También les informé que Hubert Matos se había escondido. Ya por la tarde la radio comenzó a dar informaciones de que dos camiones se habían hallado atascados cerca de Cayo Espino. La información precisaba que en los vehículos se encontraron uniformes, balas y cartucheras, lo cual hacía suponer que en ellos se transportaron hombres armados con destino a la Sierra Maestra.



"Se formó tremendo revolico. La prensa continuó dando noticias y Hubert Matos, al escuchar todo aquello salió como un bólido para La Habana y se asiló en la Embajada de Costa Rica.



"Yo también me vi precisado a irme para La Habana y estuve varios días en una casa de huéspedes donde hice contacto con Faustino Pérez. "Llamé a Manzanillo a casa de mi familia y me informaron que como los camiones decían en sus rótulos Arrocera de Hubert Matos, nadie sospechaba que yo estuviera involucrado en eso. Entonces decidí regresar de nuevo a mi pueblo y continuar mis actividades clandestinas."



¡Ahora sÍ somos un ejército!



El grupo de refuerzo, por su parte, continuó la marcha a pie por un sendero abrupto en el que tuvieron que sortear intensos fangales y otros laberintos muy difíciles de enfrentar por una tropa poco ajetreada en estas peripecias.



Luego de algunas paradas de descanso lograron arribar a la finca de Epifanio Díaz; allí los esperaba el Comandante Ernesto Che Guevara, comisionado por Fidel para recibirlos y conducirlos hacia donde estaba el máximo líder de la Revolución. Tras el saludo, el Che le informó a Jorge Sotús que tenía órdenes de Fidel de hacerse cargo del grupo tan pronto llegaran y llevarlo al lugar en que él se encontraba. Sotús denegó el pedido y expresó de forma airada que él era el jefe, y que la dirección del Movimiento en el llano le había ordenado que le entregara personalmente el grupo a Fidel.



El Che se quedó consternado y sorprendido a la vez ante tal respuesta, mas aceptó la fanfarronería con el ánimo de evitar fricciones y consolidar la unidad. No obstante, en sus apuntes de la guerra valoró así este primer encuentro:



Unos 50 hombres era el refuerzo, de los cuales solamente una treintena estaban bien armados; venían dos fusiles ametralladora, una Madzen y una Jonhson. En los pocos meses vividos en la Sierra, nos habíamos convertido en veteranos y veíamos en la nueva tropa todos los defectos que tenía la original del Granma: falta de disciplina, falta de acomodo a las dificultades mayores, falta de decisión, incapacidad de adaptarse todavía a esta vida. El grupo estaba dirigido por Jorge Sotús, con el grado de capitán y dividido en cinco escuadras de diez hombres cada una, cuyo jefe era un teniente (...)



En la noche del 24 de marzo, en un campamento improvisado en la ladera de la majestuosa montaña conocida como la Derecha de Caracas, la bisoña tropa se encontró con Fidel y los 12 guerrilleros que se mantenían constantemente a su lado. Fue un extraordinario acontecimiento.



Eloy Rodríguez Téllez:



"Quedamos perplejos; nos habíamos hecho la idea de que en La Sierra había cientos de rebeldes combatiendo, organizados en columnas, con el abastecimiento y condiciones para derrotar al ejército de Batista, y ahora enfrentábamos una realidad bien distinta: un pequeño grupo guerrillero en condiciones casi deplorables.



"Mas, aquella primera imagen tan decepcionante fue borrada de inmediato por la presencia de Fidel, que nos impresionó a todos, avanzaba saludando a quienes encontraba a su paso mientras se dirigía adonde estaban el Che y Sotús. Posteriormente un compañero me contó que la mayoría de quienes venían con Fidel desconocían la llegada de este refuerzo, y cuando Camilo divisó desde lejos nuestro campamento, dijo:



—Mira, Fidel, allá están los soldados.



—No son soldados, son nuestros hombres enviados por Frank —respondió Fidel, y Camilo, al oír aquello, se le salieron las lágrimas de emoción."



Luis Argelio González Pantoja:



"Yo me estaba lavando los pies en el río cuando veo aparecer aquel grupito de hombres y me dije: Ahí viene la vanguardia. Luego me di cuenta de que esa era toda la tropa. Entonces le musité a Pepín: Esto es un tremendo embarque.



"Cuando Fidel nos vio se emocionó mucho y expresó en alta voz: ‘¡Ahora sí somos un ejército, hemos triunfado!’. No se lo dije a nadie, pero pensé: Coñóo, este es el hombre más optimista del mundo." Mas la convicción de Fidel siguió creciendo y a los pocos minutos, en medio de la noche oscura, Luis Argelio y sus demás compañeros se fueron impregnando del optimismo al escuchar a aquel hombre corpulento que embelesaba con sus gestos y sus palabras.



Pasó revista a la nueva tropa formada, inspeccionó el armamento y los fue saludando uno por uno. Dio la bienvenida y recordó el compromiso que habían contraído con la patria. Indicó que sumando todos los compañeros que allí estaban se volvía a reunir una fuerza similar a la que partió de México en el yate Granma. Y ahí mismo reiteró que el triunfo estaba asegurado.



Sobre este encuentro el expedicionario Efigenio Ameijeiras escribió:



Llegamos casi de noche a casa de un campesino amigo, y para sorpresa nuestra, allí estaban el Che, Guillermo, Ramirito y un compañero desconocido para nosotros. Nos saludamos alegremente y el Che le relató a Fidel su odisea desde que lo dejamos enfermo. Al preguntarle Fidel al Che sobre el compañero desconocido, el Che le dijo que formaba parte de un contingente de hombres armados que Frank había mandado.



"¿Cuántos dijiste que son?, le preguntó Fidel. —Son como 50 con fusiles y ametralladoras de distintos calibres y algunas escopetas. ‘¡Yo sabía que Frank no me fallaría!’, dijo Fidel y agregó:







—Che, es necesario que nos hagamos sentir inmediatamente, asestándole a la tiranía un golpe, que por su importancia, no le puedan negar por más tiempo al pueblo de Cuba nuestra presencia en la Sierra Maestra, y más ahora en estos momentos, en que la tiranía niega la entrevista que sostuvimos con Matthews. ‘Estoy de acuerdo contigo, Fidel —dijo el Che—, pero es necesario que en ese golpe obtengamos la victoria, capturándole al enemigo las armas y haciéndole muchas bajas, para que le sea difícil ocultar la verdad’. Así nació la idea de atacar Uvero.





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TOMADO DE: EL MARABUZAL Por José Antonio Fulgueiras, Editora Politica/La Habana 2009

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